Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como
si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera,
y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar...
Me miras, de cerca me miras, cada
vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más
cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los
cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y
luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua
en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y
viene con un perfume viejo y un silencio.
Entonces mis manos buscan
hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo
mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de
peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el
dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber
simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.
Y hay una sola
saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí
como una luna en el agua.
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